Llega el avión, el microsurco y la Hi-Fi, y, tras los pasos de Pilar López, regresan de Nueva York, nuestros genios expatriados, Carmen Amaya, Rosario y Antonio, marcando el territorio flamenco con sus renovados pasos, poses y actitudes artísticas. De repente el arte jondo andaluz recobra el pulso por mor de unos virtuosos que se han refinado, madurado y crecido en Nueva York. Edgar Neville los acoge en su largometraje ââ Duende y misterio del flamencoââ , que más bien debió denominarse ââ del flamenconautaââ . El varón danzante toma la escena, siguiendo las huellas de Antonio ââ por la tierra o en sus brincos airososââ , reconvertido en el bailarín de España. Muchos de los valores que saltan a la palestra, todos bailando la farruca del ââ Sombrero de tres picosââ conformada por los Ballets Rusos ââ ¿podríamos hablar de la ââ farrusaââ ?ââ , proceden de Nueva York: José Greco, Manolo Vargas, Roberto Ximénez, Luisillo, Roberto Iglesias,
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