En los años ochenta, la NBA se vio sacudida por la irrupción de
los Pistons. Con una concepción diferente del juego, mucho
más física y hasta brutal en algunos aspectos, que les dio un
excelente rendimiento, alcanzaron el anillo en 1989 y 1990.
Detroit fue mucho más que una roca en la que chocaron los
Chicago Bulls de Michael Jordan durante unos años. Fue un
transatlántico que arrasaba con todo lo que se pusiera por
delante.
Y el líder indiscutible de ese equipo fue Isiah Thomas.
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