Una pensión miserable, misteriosas amenazas, el Café Gijón, Francisco Umbral... y Maruja Lapoint
Samuel Lamata ha llegado a Madrid para solo dedicarse a escribir, para triunfar en la literatura, pero en especial para espiar a Umbral y para hacer de esta ciudad un personaje literario. En la penosa pensión de la calle Hortaleza en la que vive, antes de acostarse se repite a menudo dos frases de Witold Grombrowicz. La primera: †Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo†. La segunda: †Desde que ejerzo la literatura siempre he tenido que destruir a alguien para salvarme a mí mismo†.
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