Harto el apasionado caballero sevillano, Don Juan Tenorio, del cúmulo de despropósitos que, desde el Siglo de Oro hasta hoy mismo, se han hecho, dicho y escrito sobre él en todo el mundo y en su propia tierra, ha salido de la tumba donde sus restos descansaban, (sita en el panteón familiar del San Juan de Aznalfarache bajo, que él mismo costeó y en el que incluyó a quienes mató y a su amada Doña Inés de Ulloa, que lo redimió) y en extremo enojado, ha pegado cuatro aldabonazos a la puerta del crítico teatral, Julio Martínez Velasco, (que en el otro mundo tiene fama de conocer las entretelas de la farándula, por todo cuanto escribió de autores y comediantes ya fallecidos) y le ha espetado una sarta de acu saciones que van desde al fraile que lo engendró, por condenarle a los infiernos, hasta a más de seis mil osados escribidores de todo el mundo y todos los tiempos, que le han puesto de chupa de dómine, sin excluir a su Sevilla, tan ingrata para con su hijo de fama mund
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